Hablando de La Copa America.

 
 

Hasta Pelé necesitaba a Coutinho". Es uno de las tantos consejos que hoy, de vacaciones en Guarujá, Neymar escucha en Brasil . Le recuerdan que ni siquiera O Rei jugaba solo en el Santos. Otras crónicas reflotaron su capricho más célebre. 15 de setiembre de 2010. Santos ganaba 3-2 a Atlético Goianiense. Neymar, 18 años, millonario precoz, no había anotado y quería ejecutar el penal que le habían hecho. "Tira Marcel", ordenó sin embargo el DT Dorival Junior. Neymar se guardó la pelota, fue a discutir al banco, paró dos minutos el partido. Sus compañeros celebraban el gol de Marcel y él tiraba una botella de agua contra el banco. Jugó casi parado los diez minutos finales. Sin pasar una pelota. El vestuario fue un infierno. "Si no lo frenan -avisó René Simoes, DT perdedor- se convertirá en un monstruo". Cuentan que, al llegar a casa, su madre lo recibió llorando. "No te eduqué así, me avergonzaste", le dijo Nadine. Su padre lo obligó a ver el bochorno por TV una y otra vez. "Nunca más", prometió llorando Neymar. Al día siguiente fue temprano al Santos y pidió perdón hasta al último empleado del club.
El 17 de junio pasado, casi cinco años después, Neymar, capitán de Brasil, volvió al pasado. Insultó y golpeó a un rival y esperó al árbitro en el túnel para insultar otra vez amenazante. Era un partido especial. Estaba otra vez frente al marcador que lo había lesionado en el Mundial (el colombiano Camilo Zúñiga) y atravesaba horas difíciles, enterado ya de la muerte de Zito, su "descubridor"; y también de que hasta su madre deberá declarar por el doble juicio abierto en España y en Brasil por los dineros en negro de su pase millonario de Santos a Barcelona. A Brasil, con jugadores que rezan y lloran demasiado como vimos en el Mundial, le faltó un Mascherano que frenara a Neymar en el túnel. Faltaron dirigentes. Ausentes en Chile, escapados, presos o refugiados, temerosos del FBI. Y ni hablar del DT Dunga, que lo deja solo en ataque, para que cargue con todo Brasil. Demasiado para sus 23 años.
"La punición -escribió Tostao tras la suspensión de cuatro fechas aplicada por la Conmebol- será educativa". Cuentan que el enojo de Dunga y del plantel fue tan grande que por eso la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) ni siquiera apeló la sanción. Y tampoco puso obstáculos para que Neymar dejara al equipo y se fuera de vacaciones. Deberá recuperar su liderazgo cuando termine de cumplir la sanción y reaparezca contra la Argentina en la tercera fecha de las eliminatorias del Mundial 2018. Disciplinado en Europa, Neymar sufrirá en Sudamérica si no cambia. Si juega como cuando lo hacía solo en el living de su casa de Mogi das Cruzes, con su hermana Rafaella y una prima que hacían de postes y cobrando él mismo foul cada vez que tropezaba con los sofás. Le decían "cai-cai", por su tendencia a caer apenas lo tocaban.
Ahora deberá afrontar sus primeras eliminatorias, es cierto, pero Neymar ya ganó Copa Libertadores jugando para Santos. El crack había lucido maduro en el último Mundial. Aún lesionado y ausente en la caída, dio la cara tras el 7-1 alemán. Y se atrevió a decir que para la final hincharía por la Argentina. Se declaró "Messi F.C". Leo entendió acaso allí que la admiración de Neymar por él era mucho más que una cuestión de marketing. Sus compatriotas más nostálgicos de los tiempos de Pelé le reprochan por asumir un rol de segundo ante Messi. Por fenómeno que sea, Neymar necesitará ayuda. La historia dorada del pentacampeón se está convirtiendo en una mochila cada vez más pesada para cargarla solo..

Chile deja a Messi sin la Copa América

Un año después de caer en el Mundial, Argentina pierde en los penaltis de nuevo una final | Los anfitriones conquistan el torneo por primera vez en su historia

El fútbol volvió a dar la espalda a Argentina. También a Leo Messi, acostumbrado a erigirse en héroe en las grandes finales. Un año después de perder la del Mundial, a los de Martino se les escapa ahora la Copa América, que no ganaban desde 1993. De nuevo se le escurre de las manos un triunfo al mejor jugador del mundo. Otra vez el gafe se ceba con Argentina. El título se lo llevó Chile, que lloró de alegría al romper la historia. Por primera vez logró alzarse campeón de la deseada Copa América, después de llevarse el partido en los penaltis.

En un torneo en el que el fútbol de altura brilló por su ausencia, la final no fue diferente. Brilló la pasión de un país entregado a la causa, dispuesto a todo por lograr una victoria histórica. Enfrente, Leo Messi acometía un nuevo desafío en su lucha por llevar un título a Argentina. Pero el de Rosario nunca pudo salir del caparazón en el que lo encerró Sampaoli, y su selección se desangró hasta que sucumbió en los penaltis.

Siempre al borde de un ataque de nervios, al límite de sus posibilidades físicas y psicológicas, Chile propuso una guerra abierta en la que Argentina tendría que correr para salir victorioso. Los de Martino echaron mano de su pragmatismo habitual para adaptarse a las circunstancias. El terreno hostil y el rival embravecido requería de templanza y madurez. Ahí apareció el liderazgo de Mascherano para aplacar los nervios de su equipo.

De Messi nacieron breves chispazos que nunca pudo convertir en llamarada. Hasta tres o cuatro hombres se agolpaban sobre el de Rosario cada vez que recibía. Patadas, empujones, agarrones. Todo valía para pararle. Y lograron que su presencia pasase desapercibida, aunque inevitablemente fuese el centro de atención.

Ambos equipos se encontraron con situaciones de partido nuevas, diferentes a las que habían vivido a lo largo del torneo y que, en esta ocasión, les restaron continuidad en el juego. Sufrió más Argentina, que nunca pudo dominar el encuentro ante la enorme presión chilena. La agresividad y los marcajes al hombre que propuso Sampaoli aislaron a las estrellas rivales durante muchos minutos. Y fue la intensidad en la presión la que otorgó mayor protagonismo a los locales en el inicio de la final.

Argentina no se encontraba ni adelante ni atrás. Arriba no existía acuerdo común entre Messi, Di María y Agüero. Los grandes espacios les impedían asociarse y las ocasiones se reducían al balón parado. En la retaguardia Chile fue capaz de sorprender a unos laterales argentinos (Zabaleta y Rojo) con graves carencias defensivas.

El ‘Mago’ Valdivia, un jugador estrella en la liga brasileña pero poco conocido en Europa, se hizo dueño de la final. Su habilidad y precisión para encontrar los espacios hicieron disfrutar a los chilenos de sus mejores minutos. Siempre a la carrera, desbocados, haciendo gala de la pasión que tanto idolatra el aficionado chileno.

Pero el fuelle del mago duró muy poco, y el partido perdió agilidad. Chile cambió la presión y la ambición ofensiva por la dureza, y lo que en algún momento fue espectáculo se convirtió poco a poco en sopor. Cuando se fue Valdivia apareció el talento del argentino Pastore para al borde del descanso regalar un gol cantado que erró Lavezzi. Antes se había retirado por lesión muscular Di María, gafado en las finales con su selección.

El duelo entre los dos talentosos medios se difuminó. Y el partido lo empezaron a gobernar Mascherano y Medel. Ambos equipos trataban de mantenerse vivos en la final antes que intentar ganarla. Y el físico pareció favorecer a Argentina, menos exigida. La prórroga parecía un mal menor para ambos. Pudo evitarla Higuaín, como siempre errático en las grandes finales. Messi encontró espacio y dirigió una contra que el del Nápoles envió fuera por poco.

En el añadido comenzaron los calambres y crecieron las guerras subterráneas. Desapareció el fútbol y las ocasiones. Messi fue frenado de mil formas diferentes para evitar el desastre chileno. Ambos equipos se abocaron a la lotería de los penaltis. Y allí fallaron Higuaín y Banega antes de que Alexis Sánchez diese a un vuelco a la historia de su país.

@Vistelina diste un resumen excelente, gracias por todo.
Con  Argentina fuera no es lo mismo, sin duda alguna Messi dio lo mejor de sí, pero que se le va hacer,  no es una máquina, y verdad que Chile se puso duro, sobre Neymar mejor ni hablar, otro grande.